En una pequeña ciudad, vivía un anciano de cabello blanco y pliegues marcados en su rostro que contaban historias de sabiduría y experiencia. Sus ojos brillaban con la chispa de innumerables recuerdos, cada arruga era un capítulo de su vida que había sido tejido con el hilo del tiempo.
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El legado de generaciones
Este anciano, cuyo nombre era Don Manuel, era el depositario de un legado que se remontaba a generaciones atrás. Su familia era conocida por ser guardianes de antiguas tradiciones y conocimientos que se transmitían de padres a hijos, enlazando el pasado con el presente de una manera única.
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